Las empresas Dripsa y Vogt se unieron para impulsar la innovación:

– Sin utilizar químicos potencialmente tóxicos, la solución inhibe la proliferación de estos organismos, cuya acumulación afecta la circulación de agua hacia los cultivos, evitando el uso de químicos potencialmente tóxicos. 

Las algas son organismos vegetales considerados como base de las tramas tróficas, al producir oxígeno y permitir la respiración de seres vivos en ambientes acuáticos, entre otras funciones. Sin embargo, en áreas de almacenamiento artificial de agua suponen un serio problema para industrias como la agricultura, pues impiden la circulación hídrica para el riego de los cultivos. 

Las empresas hoy principalmente utilizan sulfato de cobre en grandes volúmenes, con el riesgo de que su concentración alcance niveles tóxicos, un problema que genera un fuerte impacto en la industria agrícola. 

Conscientes de esta realidad, Dripsa, la compañía nacional especializada en soluciones de riesgo, se unió a Vogt, expertos en impulsión de fluidos, para implementar en Chile una tecnología basada en ultrasonido. Esta innovación, que puede ser alimentada tanto con energía eléctrica como con generación fotovoltaica, tiene la capacidad de romper el ciclo biológico de la fotosíntesis dentro de depósitos de agua estancada, evitando así el afloramiento de algas que afectan la gestión de este recurso.

“La aparición de algas en los depósitos genera un tapón en los canastillos de succión de las bombas centrífugas que extraen el caudal para dos tareas: las labores planificadas de riego, que típicamente se llevan a cabo por sectores y con una menor demanda; o para el control de heladas, que requieren abastecer a toda la superficie de un predio. Incluso, si el alga pasa el canastillo y llega a la bomba, puede tapar el filtro que traslada el agua hasta los goteros. Es una sucesión de cosas que van perjudicando el proceso de riego”, explica Cristóbal Ochagavía, gerente comercial de Dripsa.

¿Cómo proliferan las algas en este ambiente? Ochagavía explica que se trata de un entorno altamente favorable, principalmente por la disponibilidad de luz del sol. Las algas, de hecho, son un organismo con una alta capacidad de realizar fotosíntesis en la superficie del agua lo cual permite su ciclo de alimentación; de ahí que su hábitat sea casi siempre un medio acuático. 

El combate del ultrasonido

El uso de tecnologías de ultrasonido para el control de algas en depósitos de agua comenzó hace algunos años en Estados Unidos y Europa. El aumento global de las temperaturas ha sido uno de los factores que ha promovido el desarrollo en este ámbito. 

La solución que se provee en Chile consiste en una boya anclada al fondo del estanque y un panel solar u otra fuente de energía eléctrica, que operan en conjunto para alimentar un transductor que genera ondas de sonido de alta frecuencia. Estas ondas provocan la rotura de los elementos de flotación que las algas poseen en su interior (llamadas vacuolas de gas), lo cual genera que las algas se vayan depositando en el fondo del tranque impidiendo su ciclo de fotosíntesis.

Desde Dripsa detallan que el dispositivo ultrasonico flotante se alimenta por medio de cable eléctrico desde la orilla del tranque o por un panel fotovoltaico flotante. La boya emite ondas ultrasónicas en 360 grados, que inhibe el ciclo de fotosíntesis de las algas y controla su proliferación. El ultrasonido genera una barrera sónica que impide su flotabilidad en la superficie durante el día, donde buscan la luz solar para hacer su proceso químico de alimentación.

“Al estar en el agua flotando, se encuentran con este haz de ondas, que revientan internamente los órganos de flotación, haciéndolas descender al fondo, lo que evita la fotosíntesis. En otras palabras, muere en el fondo del tranque de inanición, al no poder completar su ciclo de alimentación correctamente, por lo que termina desapareciendo. Una cosa positiva es que este proceso evita la contaminación por productos químicos en el agua”, especifica Ochagavía. 

Actualmente, tienen dos proyectos en ejecución en la Región de Coquimbo, donde se evalúa la tecnología a nivel local. El tratamiento vía ultrasonido para evitar el afloramiento de algas en los tranques puede durar hasta seis semanas en generar resultados. Una particularidad de este procedimiento es que los equipos se pueden ajustar en forma remota, pues los organismos se pueden adaptar a una determinada frecuencia.

El mecanismo, además, genera datos que van a una plataforma en la nube, donde es posible visualizar los datos desde una plataforma web de cualquier parte del planeta mediante un acceso autorizado, desde donde se puede gestionar su uso y obtener parámetros de interés para conocer la calidad del agua almacenada en caso de ser necesario. Dependiendo de la uniformidad de la estructura en que se deposita el agua (no es lo mismo un rectángulo que una geometría accidentada), la tecnología solo requiere de una o dos boyas para espacios que van desde los 100 a los 500 metros de radio. 

Cristóbal Ochagavía resume que son tres los principales beneficios de la tecnología: eliminar el uso de sulfato de cobre, su alto costo y con efectos secundarios a nivel de toxicidad; que se reemplaza la administración permanente de elementos químicos por una infraestructura que se instala solo una vez y además está integrada a los equipos de riego; y que las ondas de ultrasonido pueden ser reprogramadas en distintas frecuencias para inhibir la fotosíntesis de las algas.

“Finalmente, hay un aporte a la durabilidad de todo el equipo de riesgo, desde la succión, pasando por las bombas, los filtros y el gotero. El sistema total estará siempre mucho más limpio y menos contaminado, logrando una mayor efectividad. Además, el producto está todo el día conectando, a diferencia de otras soluciones que requieren de una administración constante de químicos”, concluye el gerente comercial de Dripsa.

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Equipo Prensa
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