Verónica Morales, directora ejecutiva de Fundación Lepe.
La reciente noticia compartida por la Organización Metereológica Mundial (OMM), sobre julio pasado como el mes más caluroso en el planeta desde que se tiene registro, nos dejó a una gran mayoría preocupados, pero principalmente con un alto nivel de incertidumbre sobre cómo realmente seremos capaces de adaptarnos y comenzar a encontrar soluciones a este difícil escenario socio-ambiental. Contexto que se suma al reciente récord de 80.8°C alcanzado en el desierto de Sonora en México, según datos satelitales aportados por la NASA, mientras que, en Grecia y China, las temperaturas alcanzaron más de 45 grados.
Estas olas de calor, no sólo tienen duras consecuencias para la naturaleza, también para la calidad de vida de los seres humanos, enfrentando variadas dificultades: incendios, muertes, pérdida de ganado y diversos tipos de cultivos afectados, entre otras dificultades. Fenómenos, que ya conocemos hace un tiempo, pero que un estudio de la red World Weather Attribution (WWA) viene a recordarnos que estos fenómenos se deben principalmente al cambio climático y las actividades humanas, que han desencadenado este calentamiento global.
Ante esta creciente crisis, comunidades, organizaciones sin fines de lucro, Estado e incluso empresas -entre otros- intentan dar soluciones a partir del Desarrollo Regenerativo. Un enfoque que persigue mitigar los efectos del cambio climático, a través de la restauración, revitalización y mejoramiento de los sistemas naturales y socioeconómicos para recuperar la salud de nuestros ecosistemas. Salud que se puede regenerar, pero teniendo muy presente las redes de interacción que abarca la biodiversidad desde el nivel subcelular a la totalidad de la biósfera y que esto conlleva a la necesidad de descifrar y entender los factores que dan cuenta de la estructura y dinámica de este sistema integrado complejo de redes ecológicas.
El desarrollo regenerativo se presenta como una estrategia práctica, en la que todos y todas estamos llamados a participar, pues tiene el potencial de desempeñar un papel crucial en la lucha contra el cambio climático al abordar tanto las causas como los efectos de éste. Esta filosofía se basa en la idea de que podemos restaurar y revitalizar nuestro entorno natural, al mismo tiempo que mejoramos nuestras comunidades. A diferencia del desarrollo sostenible, que busca mitigar o conservar, el desarrollo regenerativo aspira a mejorar y regenerar lo que se ha perdido.
Para comprender mejor el poder del desarrollo regenerativo, es esencial analizar números y ejemplos relevantes. Uno de ellos es la “Restauración de Ecosistemas”. La reforestación masiva, idealmente con plantaciones de nativos, puede absorber grandes cantidades de dióxido de carbono, ayudando a reducir la concentración de gases de efecto invernadero en la atmósfera. Un estudio publicado por la ONU en 2021, demostró que la restauración de 350 millones de hectáreas de tierra degradada podría absorber hasta 1.7 gigatoneladas de CO2 al año, el equivalente a eliminar 365 millones de automóviles de las carreteras.
Por otro lado, la “Agricultura Regenerativa” toma más fuerza como modelo para adoptar prácticas agrícolas regenerativas, como la agroforestería y la rotación de cultivos. Esto no solo mejora la fertilidad del suelo y aumenta la biodiversidad, sino que también reduce la liberación de gases de efecto invernadero, incorporando también diversidad de semillas y alimentos nativos de cada ecorregión. Según la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN), estas prácticas podrían reducir las emisiones de CO2 en hasta un 14% para 2050.
Y no olvidemos la transformación hacia las “Energías Limpias”. La adopción generalizada de fuentes de energía renovable y tecnologías limpias es un pilar clave del desarrollo regenerativo. Ejemplos como Costa Rica, que generó el 99,92% de su electricidad a partir de fuentes renovables en 2021, demuestran que la transición a la energía limpia es alcanzable y beneficioso tanto para el clima como para la economía.
El cambio climático no puede ignorarse, pero tampoco debemos sentirnos impotentes frente a sus efectos. El desarrollo regenerativo ofrece un camino esperanzador para enfrentar las altas temperaturas y la pérdida de calidad de vida, pero estos cambios se darán sólo si somos capaces de trabajar comunitaria y colaborativamente los graves problemas a los largo de los diferentes territorios y ecosistemas.
Desde Fundación Lepe, en los último seis años, hemos trabajado junto a diversas organizaciones a lo largo de Chile, que junto a diferentes actores de los territorios han ido en búsqueda de soluciones regenerativas, avanzando, por ejemplo, en recuperar el acceso al agua, identificando y recuperando las redes ecológicas presentes, involucrando nuevas formas de co-habitar, acercándose a conocer y buscar soluciones conjuntas a corto, mediano y largo plazo, en fin…tomando conciencia de que estos desafíos no los podemos enfrentar solos y que la co-construcción de una gobernanza sostenible en el tiempo puede asegurar el bienestar de las actuales y futuras generaciones.
El reloj está corriendo, pero la acción regenerativa puede marcar la diferencia que el mundo necesita desesperadamente.
Equipo Prensa
Portal Agro Chile