En Chile existen cerca de cinco millones de hectáreas de suelo cultivable, lo que equivale al 6% de la superficie continental del país. De estas, sólo unas 764 mil hectáreas son territorios sin limitaciones, es decir, relativamente planos, profundos y sin pedregosidad.

Una cifra bajísima, si nos comparamos con los demás países del continente, como Argentina, que sólo para producción de soya, destina más de 20 millones de hectáreas.

En Chile, la cantidad de tierras disponibles para el cultivo no es suficiente para producir la diversidad de alimentos vegetales necesarios para abastecer a los casi 20 millones de habitantes, es por ello que el país importa casi el 50% de los requerimientos de cultivos como el maíz y trigo, para satisfacer el consumo humano y animal.

Existe una preocupante tendencia por parte de ciertas autoridades y grupos de interés de limitar los modelos y prácticas agrícolas, imponiendo restricciones sobre qué y cómo se produce. Esto podría poner en riesgo la disponibilidad de alimentos y la seguridad alimentaria del país.

Para avanzar hacia una agricultura más sostenible debemos aumentar las producciones locales de los distintos vegetales de la mano de la innovación, a través de impulsar avances viables para fortalecer la seguridad alimentaria, adaptarnos y mitigar el cambio climático y proteger la biodiversidad.

Por ejemplo, a través de programas de mejoramiento genético vegetal, tanto públicos como privados, podemos avanzar en la obtención de variedades de cultivos con mayor rendimiento por hectárea y adaptadas al cambio climático. Estas variedades nos permitirán en el futuro producir más en menos tierra, con menos insumos, reduciendo las pérdidas y desechos de alimentos, y garantizando el bienestar económico de los agricultores.

La mayoría de los países de la región ya avanzan por esta vía, pero nuestras autoridades continúan desorientadas con relación a estas materias. Biotecnología, productos fitosanitarios, tecnologías de la información, ingeniería, entre otras, son fundamentales y el Estado debe ponerlas al alcance de los pequeños agricultores.

El romanticismo de la agricultura de algunos grupos de interés no puede estar por sobre las necesidades de los agricultores, ni de la población. Es imperativo no limitarnos en herramientas y tecnologías que tenemos a disposición para nuestros campos. No nos sigamos imponiendo barreras ideológicas y regulatorias al desarrollo y sostenibilidad de nuestra agricultura y a la protección de la biodiversidad.

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Equipo Prensa
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