Por Esteban Quijada, director del Proyecto Greywater Reuse (GWR)
Desde 1993, el 22 de marzo está dedicado internacionalmente a enfatizar la criticidad de contar con agua apta para el consumo humano. Un día que ha ido cobrando relevancia en la medida en que, por escasez, exceso o deficiencias en su calidad, el agua se ha transformado en un tema crucial para un creciente número de países.
Chile es un país altamente dependiente del agua. Desde la enorme industria minera hasta la creciente productividad de la agroindustria, nuestra economía requiere acceso seguro al agua suficiente, en cantidad y calidad, para cumplir con los desafíos y exigencias actuales y futuras.
En nuestro país, las fuentes de agua de uso agrícola y de agua potable son principalmente de precipitaciones y deshielo, en donde estos dos consumos representan más del 80% de la demanda total de agua. A raíz principalmente del cambio climático, se ha generado un nivel de estrés hídrico sin precedentes en varias regiones, provocando incertidumbre en el abastecimiento para los sectores productivos y la población de algunas zonas.
Si bien observamos algunas situaciones puntuales, debidas al Fenómeno del Niño, logrando precipitaciones normales, con varias estaciones meteorológicas marcando superávit de agua caída el 2023 (como la de Santiago, con 9%; fuente: Resumen Meteorológico 2023) otras estaciones registraron déficits importantes (Coquimbo con déficit de 86%, Concepción 19% y Punta Arenas 26%). De este modo, debemos plantearnos la crisis hídrica en perspectiva, con una mirada a largo plazo, que requiere acciones coordinadas entre el sector público y privado, actualizando la articulación e incluso la estructura a nivel gubernamental, para definir las políticas y normativas que nos permitan contar con un acceso adecuado y seguro al agua, a través de nuevas fuentes y las estrategias de tratamiento y reutilización necesarias.
No olvidemos que nuestro territorio lleva 14 años de mega sequía y es previsible que se extienda aún más. En este contexto de escasez hídrica, el aprovechamiento de aguas residuales tratadas adecuadamente surge como una oportunidad. Nos referimos a aquellas aguas que provienen de tinas de baño, duchas, lavamanos, lavaderos o lavadoras (excluyendo las aguas negras provenientes de inodoros) y habitualmente son descargadas al alcantarillado. Sin embargo, gracias a su baja carga microbiana, tienen un gran potencial de ser tratadas y reutilizadas de forma simple y eficaz, dando la oportunidad de acceder a una nueva fuente de agua y además permitiendo la reducción de los consumos de agua potable a nivel doméstico.
Chile ha dado un paso muy importante, debido a que recientemente se aprobó una modificación de la Ley 21075, que regula la recolección, reutilización y disposición de aguas grises. Esta ley entrega un marco para la implementación de tecnología que autorice el tratamiento de aguas grises para riego de jardines, campos deportivos y plantas ornamentales, descarga de inodoros, lavado de autos, y otras actividades (incluidas algunas industriales y silvoagropecuarias), que actualmente consumen agua potable. Establecer los reglamentos correspondientes en este ámbito es otro de los desafíos en desarrollo, que sumarán definiciones y lineamientos para abordar esta urgente necesidad.
El contexto hídrico del país se prevé crítico en los próximos años. Sin embargo, se están sentando las bases de un trabajo colectivo en la dirección correcta para poder asegurar el acceso a este recurso vital.
El rol de las universidades en la generación de tecnología para tratamiento y reutilización de aguas grises puede representar un gran apoyo en la propuesta de políticas públicas. Demorar las acciones y la inversión necesarias más allá de lo razonable, supondrá un perjuicio significativo en el desarrollo social y en la competitividad económica de nuestro país.
Proyecto GWR
El proyecto Greywater Reuse propone un sistema de tecnologías integradas para tratar y reusar aguas grises domiciliarias —que representan cerca del 65% de las aguas eliminadas desde los hogares— en el riego de muros y techos verdes, entre otros fines, mejorando la gestión del agua y obteniendo beneficios en aislación térmica y acústica de las viviendas.
La tecnología utilizada para el tratamiento se basa en un proceso acoplado de electroquímica y membranas, sistema que busca constituirse en una solución técnica de instalación simple y accesible para ser habilitada en prácticamente todas las viviendas.
Para probar estas tecnologías a escala real, durante 2023 se montó una casa de tamaño real en el Centro Tecnológico para la Innovación en Construcción (CTEC) ubicado en Laguna Carén. La edificación aspira a ser un modelo de Vivienda Social Sustentable, dotada de sistemas de ahorro de agua y obtención de energía a través de paneles fotovoltaicos, que permiten adaptarse a las olas de calor y escasez hídrica, fenómenos que se pronostican en aumento debido a la crisis climática.
Durante este primer semestre 2024 el equipo de investigadores seguirá avanzando en las pruebas de las tecnologías integradas, junto con estudiar la combinación óptima de especies de plantas que constituirán los techos y muros verdes. Para el segundo semestre 2024, se proyecta la inauguración de la Vivienda Social Sustentable.
La iniciativa es financiada por el Proyecto Anillo de ANID (Agencia Nacional de Investigación y Desarrollo).
El equipo científico está compuesto por siete investigadores de las universidades de Santiago (5), Andrés Bello (1) y del Bío-Bío (1).
Más información en www.proyectoaguasgrises.usach.cl
Equipo Prensa
Portal Agro Chile