- En un país como Chile, que enfrenta una desertificación acelerada con múltiples ecosistemas biológicos diversos y limitadas ventajas en los mercados de carbono globales, esta pregunta no puede tomarse a la ligera.
Hoy, el dióxido de carbono (gas de efecto invernadero) domina la conversación sobre la crisis climática. Su vínculo con el mercado ha permitido financiar proyectos y construir industrias. Pero, ¿soluciona el problema en Chile? La respuesta es no. Y si en un futuro lográramos la carbononeutralidad sin solucionar el suministro de agua habrá sido porque dirigimos el foco en la dirección equivocada.
En la actualidad, si observamos nuestra realidad local, este es un desafío único y estratégico. Chile, con su geografía angosta y con más de 4.000 kilómetros de paisajes distribuidos en diversas latitudes, no cuenta con ventajas competitivas para liderar los mercados globales de carbono, porque estos suelen favorecer grandes extensiones de territorio homogéneo capaces de capturar enormes cantidades de carbono, como sucede con la Selva Amazónica. Para dimensionarlo claramente, Chile entero equivale apenas al 13,7% de la superficie del Amazonas, lo que refleja la enorme diferencia de escala territorial entre nuestro país y otras zonas altamente competitivas en el mercado de carbono.
Sin embargo, precisamente debido a esta condición geográfica, la riqueza de Chile no está en la captura masiva de carbono, sino en la gran diversidad ecológica concentrada en áreas pequeñas y diversas. Con 101 cuencas hidrográficas de norte a sur, nuestro país exige soluciones climáticas especialmente adaptadas a cada realidad local y territorial, con una estrategia de cambio climático integrada y focalizada en nuestra particular configuración geográfica. En este contexto, incluso si Chile -que representa solo un 0,3% del PIB mundial- lograra la carbononeutralidad sin asegurar la sustentabilidad hídrica del país, y el resto del mundo no alcanzara dicha meta, nuestra adaptación seguiría siendo insuficiente, porque continuaríamos sufriendo una desertificación acelerada. Es por ello que, abordar el cambio climático desde nuestra diversidad territorial y nuestras necesidades hídricas locales, no es solo relevante, sino imprescindible para enfrentar con éxito esta crisis.
Por eso, debemos mirar más allá del carbono y priorizar un enfoque sistémico que integre la gestión del carbono con la restauración de ecosistemas completos, reconociendo la interdependencia esencial entre agua, suelo, biodiversidad y clima. Además, necesitamos medir y proteger aquellas funciones ecosistémicas que, aunque no tienen actualmente un valor explícito en el mercado -como la regulación hídrica, la conservación del suelo o la biodiversidad misma- son fundamentales para la vida y la resiliencia del país.
En un país que enfrenta una crisis hídrica y ecológica sin precedentes, nuestras soluciones climáticas no pueden limitarse a lo que es económicamente transable con las reglas tradicionales del mercado. Frente a un problema común, como es la escasez hídrica, debemos adaptar mecanismos financieros -entre ellas, se encuentran la certificación azul de valor compartido, los incentivos tributarios o el adaptar aquellos mecanismos ya existentes como el impuesto verde- para que se pongan al servicio de una colaboración organizada eficientemente.
En este último escenario, Chile tiene una oportunidad clara para avanzar a escala con soluciones reales, esto en un contexto único a nivel latinoamericano, donde esta visión ya es compartida por actores con experiencia que, trabajando juntos, pueden generar un cambio desde su diversidad, integrando la conservación, el uso público del patrimonio natural y la relación del agua con la geografía de la nación.
Desde Parque Cordillera, como asociación municipal que reúne a siete de las comunas con gobernanza sobre la Cordillera de Los Andes en la región Metropolitana, proponemos avanzar hacia soluciones concretas que nos permitan enfrentar la crisis climática e hídrica desde el territorio mismo. Para ello, próximamente anunciaremos colaboraciones claves que realizaremos con actores de los sectores público y privado, y también con propietarios cordilleranos, con quienes implementaremos soluciones basadas en la naturaleza (SBN) que permitan mejorar significativamente la retención y aprovechamiento sostenible del agua lluvia en estos ecosistemas estratégicos, trabajo que se sumará a lo que ya venimos haciendo desde nuestros inicios con los municipios y además desde el año 2022 con Aguas Andinas.