• Se trata de un proyecto de la Universidad de O’Higgins que además de instaurar un sello, implementó un laboratorio de análisis de alimentos y educó durante tres años a productores, consumidores y alumnos de liceos agrícolas, sobre esta materia.

Tener en hortalizas y mieles de la Región de O’Higgins  un sello que garantice que en  todas las fases de la cadena productiva se respetaron estrictas normas de inocuidad alimentaria y con esa garantía acceder a nuevos  mercados, es uno de los principales desafíos que abordó, el proyecto FIC “Transferencia de un modelo de inocuidad alimentaria regional”, ejecutado por la Universidad de O’Higgins (UOH) y financiado por el Gobierno Regional de O´Higgins a través del Fondo de Innovación para la Competitividad. Además, el proyecto contó con el apoyo de la Agencia Chilena para la inocuidad y calidad alimentaria ACHIPIA, y las seremis de Agricultura y Economía, el Servicio Agrícola y Ganadero, el Instituto de Desarrollo Agropecuario INDAP, además de privados como Horticrece, Coopeumo, Coagricam, la Corporación Apícola Nacional y Apiunisexta, de la región de O’Higgins.

“El sello Reducción de Riesgos Alimentarios (RRA) es un símbolo de certificación que queremos que se asocie a que el productor hace las cosas bien, bajo buenas prácticas y tiene cultura de inocuidad agroalimentaria. La idea es que con este sello RRA, los productos se puedan diferenciar y acceder a mercados más competitivos como los supermercados, ya que cumplen con la normativa en inocuidad”, señala Claudia Foerster, médico veterinaria, PhD en Ciencias Silvoagropecuarias y Veterinarias, quien coordinó el proyecto.

Para llegar al sello RRA, se recorrió un largo camino donde los profesionales de la Universidad de O’Higgins lograron implementar un sistema de monitoreo de peligros alimentarios mediante un laboratorio próximamente acreditado en la casa de estudios regional; establecieron un modelo de extensión en inocuidad alimentaria piloto a través del cual se educó y capacitó a un grupo de productores de la Agricultura Familiar Campesina; se generaron campañas de difusión orientada al mercado productivo, institucional, escolar y del consumidor fomentando una cultura de inocuidad alimentaria, además, se creó un comité público privado de apoyo técnico que estuvo presente durante toda la iniciativa.

“En la región el mayor problema estaba en las altas ocurrencias de algunos pesticidas en hortalizas y la contaminación microbiológica de las aguas de riego. Estos afectan directamente la calidad microbiológica y química de los productos. Además, la crisis sanitaria apícola ha llevado a los apicultores a utilizar productos no autorizados en colmenas, lo que pone en riesgo la calidad de la miel, por eso trabajamos durante estos tres años en capacitar a los productores para que tomaran conciencia y pudieran mejorar sus prácticas agrícolas en toda la cadena de producción”, explicó Foerster.

Otro elemento clave del proyecto fue el monitoreo, que implicó la implementación de un laboratorio de referencia, lo que no existía en la región. “Como universidad regional queremos que las capacidades y tecnologías se queden en la región y para eso implementamos este laboratorio próximamente acreditado ante el INN, ya que muchos análisis debían hacerse en Santiago y hoy está a disposición de los productores de la región”, indicó la investigadora.

Desde su inicio el proyecto contó con un Comité público-privado de apoyo técnico permanente, conformado por representantes de las organizaciones de productores y entidades público-privadas que apoyaron técnicamente el proyecto.

Se espera que en esta nueva etapa tanto productores y consumidores conozcan al sello y prefieran los alimentos regionales que los contienen. Además de que un mayor número de productores puedan acceder al sello RRA y que otros productos puedan tener su reglamento y certificarse.

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Equipo Prensa
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