En la cuenca del Aconcagua falta eficiencia. Perdemos millones de metros cúbicos de agua cada año mientras el conflicto interno y la escasez avanzan.
Es clave diferenciar sequía de escasez hídrica. La sequía es un fenómeno climático: menos lluvias, menos nieve, menos agua disponible, consecuencia del cambio climático. La escasez, en cambio, es un problema de gestión: aunque haya agua, no se administra bien.
Para tomar mejores decisiones, necesitamos información fidedigna y accesible sobre la cuenca, con medición y control de todas sus fuentes de agua. Sin datos claros, la gestión sigue siendo reactiva en lugar de estratégica.
Si la sanitaria redujera sus pérdidas, la agricultura tecnificara el riego, la minería e industria generaran nuevas fuentes y contáramos con reservorios estratégicos en la parte alta, media y baja de la cuenca, podríamos aprovechar —tras garantizar el ciclo hidrológico y el equilibrio ecológico— una parte de los 880 millones de m³ que en 2024 fueron al mar. Para ponerlo en perspectiva: eso equivale a más de un embalse La Paloma, de 700.000.000 de cubos, el más grande de Chile. Más que suficiente para toda la cuenca del Aconcagua.
Las soluciones existen. Hay estudios. Hay consenso. Pero mientras no se concreten, la crisis seguirá golpeando a las personas, la producción de alimentos y el equilibrio ambiental.
El agua está. Falta decisión.
Javier Crasemann A.
Presidente de la Junta de Vigilancia, Primera Sección del río Aconcagua